Pamplona es una ciudad que sabe combinar lo antiguo y lo nuevo como pocas. Tiene ese equilibrio entre la calma de las piedras centenarias y la energía de quienes siguen creando hoy. Pero si uno se fija bien, descubre que el arte contemporáneo no está solo en museos o salas especializadas: respira en la ciudad, se asoma en los muros, se cuela en las plazas y transforma barrios enteros en galerías vivas.
Este recorrido no pretende ser un catálogo exhaustivo. Es más bien una invitación a perderse con atención por las calles de Pamplona, a descubrir que el arte sucede en el día a día. Que no hace falta saber nombres, solo observar, detenerse, dejarse tocar por lo inesperado. Porque en Pamplona la creatividad no es un lujo: es parte del paisaje humano.
Casco Antiguo: historia y esculturas que dialogan con el tiempo
En el corazón más viejo de Pamplona, ese lugar donde el pasado respira cada esquina, el arte contemporáneo se cruza contigo sin avisar. En medio de fachadas medievales y soportales antiguos aparecen esculturas modernas que no rompen el entorno, sino que conversan con él.
La Guía de escultura urbana de Pamplona recoge más de 100 piezas distribuidas en 17 zonas urbanas, muchas de ellas dentro del Casco Antiguo, la Vuelta del Castillo y la Ciudadela. Allí, en jardines, plazas o a lo largo de muros, aparecen obras que te hacen mirar dos veces: esculturas abstractas, relieves contemporáneos, piezas que juegan con la luz y con el espacio.
Un buen punto para comenzar es el Paseo de Sarasate, donde un conjunto escultórico del siglo XVIII fue objeto de un proyecto decorativo que incluyó figuras históricas del Reino de Navarra. Caminar por ahí es sentir cómo el tiempo se acumula y se expresa en piedra y metal.
La Ciudadela: escultura integrada en jardín y murallas
La Ciudadela de Pamplona es uno de los espacios donde más esculturas se concentran dentro del ámbito público municipal. Aquí, entre sus fosos y murallas renacentistas, existe un diálogo permanente entre naturaleza, historia y arte contemporáneo.
El recinto alberga una colección creciente de obras de grandes autores: Vicente Larrea con su pieza «Huecos», Alberto Orella con “Diálogo a seis”, Jesús Alberto Eslava con “Oteando el horizonte”, entre otras. Muchas de estas esculturas provienen de exposiciones temporales que, tras su cierre, han sido donadas o adquiridas por el Ayuntamiento.
Además, el Pabellón de Mixtos, espacio museístico dentro de la Ciudadela, alberga exposiciones actuales como “Ikuttuz, Equilibrio Intangible”, una muestra reciente que reunió 27 escultoras y se presentó como una oda a la creatividad femenina. En esa conjunción de antiguo recinto militar y arte moderno, la Ciudadela se convierte en símbolo de transformación y convivencia creativa.
Esculturas dispersas: un museo al aire libre en cada barrio
Pamplona ostenta más de 200 esculturas esparcidas por sus calles, jardines y avenidas. No todas llevan placas que las identifiquen, ni muchas aparecen en los itinerarios turísticos tradicionales, pero están ahí: esperando que alguien las descubra.
Entre esas obras, algunas son muy visibles y populares: el Monumento al Encierro, con su grupo escultórico en bronce frente a la Plaza de Toros, es un referente visual del espíritu festivo de la ciudad. El Monumento a Julián Gayarre, erigido en los jardines de la Taconera en honor al célebre tenor navarro, combina escultura con arquitectura y simbolismo evocador. También el Monumento a Teobaldo I de Navarra en la Taconera conserva una arquería gótica original del monasterio de Marcilla, adaptada como homenaje al rey trovador.
Pero quienes exploren con calma los barrios: Iturrama, Chantrea, Rotxapea, Mendillorri o San Jorge, encontrarán pequeñas obras, grafitis escultóricos, piezas en plazas vecinales, esculturas modestas que muchas veces se cuelan entre fachadas o jardines, como parte integrante del espacio urbano. Esa densidad escultórica hace que Pamplona pueda sentirse como un museo al aire libre.
Arte y memoria: conversaciones entre generaciones
Una de las virtudes del arte urbano pamplonés es su capacidad para conectar generaciones. Muchas esculturas representan figuras históricas, patrimonio local o referentes culturales que dialogan con los vecinos, con quienes viven los barrios.
Así, obras como las del Paseo de Sarasate —con figuras de reyes navarros y personajes históricos— resumieron en piedra el relato del pasado. Y las esculturas modernas dialogan con esos relatos, reinterpretándolos desde miradas actuales.
Por ejemplo, la colección de esculturas en la Ciudadela ha ido sumando piezas tras exposiciones locales, lo que ha permitido que los jardines y los paseos del recinto se transformen en memoria espacial compartida. En el barrio, las piezas de arte públicas son parte del cotidiano, motivo de conversación o referencia local.
Ese entrelazamiento entre memoria y creación contemporánea es una de las razones por las que explorar Pamplona con mirada sensible resulta tan enriquecedor.



